viernes, enero 25, 2008

Metro Cuzco

Mi primer trabajo con el título bajo el brazo estaba situado cerca del metro de Cuzco. Yo andaba quemada del color gris hormigón de la escuela de Caminos y de la homogeneidad de la Ciudad Universitaria. Tenía que entrar a las 8:30, pero nunca conseguía llegar antes de las 8:45.
Me transportaba (¿por qué lo llaman “viajar” con lo bonito que es ese verbo?) en metro cada mañana, primero en la línea 5 (yo la llamaba la línea grunge) y luego en la 10 desde Alonso Martínez. Cuando bajaba del vagón en Cuzco ya estaba agotada del hacinamiento. Para salir había que soportar varios tramos de escaleras mecánicas infinitas y atestadas de gente. Desde abajo todo lo que veía eran abrigos grises sobre trajes oscuros y maletines. Me venía a la cabeza el “another brick in the wall” que conseguía que llegase deprimida a mi silla.
Decidí comprarme un bolso de peluche rojo en las tiendas del metro de Callao para dar un puntito de color a la escalera. A los 6 meses abandoné el trabajo y cambié de ubicación.
Han pasado muchos años, varios trabajos y distintas vidas. Acaban de cambiarme el destino de mi trabajo actual a un edificio pegado al metro de Cuzco. Ahora entro a trabajar antes de las 8:30 y me sigo fijando en la escalera eterna pero veo muchos matices. Chicas inmigrantes con vestidos imposibles, bolsas termo naranja, chavales con pantalones caídos y niñas con horquillas de plástico, señoras con el pelo cardado y tinte rojo y calvos con gafas de colores flúor.
La escalera es la misma, la calle también e incluso la hora. Sólo me queda pensar que soy yo la que ha cambiado. Aún así acepto sugerencias y si alguien sabe donde puedo comprar un bolso de peluche rojo que no dude en decírmelo.